En cosmética menos es más

El tema que tratamos hoy, cosmética y maquillaje,  podría parecer  banal en principio pero, al igual que con casi cuaquier tema, se torna de lo más interesante si tiras de los hilos adecuados. Vinculado como está al tema de la imagen, del aspecto, la apariencia y la belleza el tema ‘da para mucho’. Además, los productos ecológicos ganan terreno cada vez más en un sector que hasta la fecha era de los menos eco-friendly.

Algunos de nuestros clientes han sido, y son, del sector de la cosmética natural, así que, desde hace un tiempo, es un tema sobre el que estamos al día (he de añadir que soy usuaria de cosmética ecológica desde hace años).

»El mejor cosmético para la belleza es la felicidad» (Condesa De Blessington)

La cosmética es usada tanto por hombres como por mujeres aunque son éstas últimas las que más invierten en ella (en tiempo y dinero).

 

Etimología y breve repaso a través de la historia.

La palabra ‘cosmético’ proviene del término griego kosmos que, en un inicio, se refería al orden, la armonía (fue posteriormente que se utilizó para definir el espacio circundante, el ‘mundo’).  De ahí que  ‘cosmético’ –en su origen- se define como ‘lo armonioso’, y como ‘perteneciente al mundo’ o ‘mundano’.

Hacia el año 4000 a. C., encontramos las primeras referencias al uso de maquillaje, en Egipto. Vestigios en las tumbas revelan que se empleaba como protección contra el sol, mediante aceites hidratantes y khol (grafito) para los ojos. También lo hacían los griegos, romanos, asirios y persas de la época. Con el tiempo, incluyeron colores en los párpados, ocres para las mejillas y henna para teñir la piel, las uñas y el pelo.

Hacia el siglo I d. C., algunas de estas culturas comenzaron a blanquear la piel del rostro con preparaciones tóxicas a base de yeso, harina, tiza y albayalde (plomo). También se depilaban las cejas. Estas tendencias se mantendrían durante un período muy largo, como veremos más adelante.

Tras un receso en la atención al cuidado personal, por la caída Imperio romano (476 d. C), Europa recobró el interés por la cosmética, los atuendos lujosos y los peinados elaborados. Durante la Edad Media (ss. V a XV), sus mujeres llevaron al extremo el concepto de piel pálida -que representaba bienestar económico-, sufriendo envenenamientos por los componentes de los productos faciales.

El Renacimiento (ss. XV a XVI) mantiene las tendencias anteriores, junto a las cejas extremadamente delgadas (o desaparecidas) y perfumes para disimular el mal olor corporal, ya que la higiene era deficiente. Las mujeres llevaban tonos rubios o blancos en el cabello (influencia italiana), y tocados elaborados. Usaban delineador negro en los ojos, párpados azules y labios dibujados en forma de corazón, tono rojo.

En la época isabelina (1577 a 1590) se retornó al look natural, ya que se asoció el maquillaje a la mala salud, dado que se empleaba para esconder enfermedades. Las mujeres sólo usaban clara de huevo para dar brillo a la cara. Otras recomendaciones se publicaron en un libro anónimo escrito en castellano (siglo XVI), titulado ‘Manual de mujeres en el cual se contienen muchas y diversas recetas muy buenas’.

Los siglos XVII y XVIII son considerados la ‘edad de oro de la cosmética’, con Francia (en particular Versalles) como epicentro, tanto en maquillaje como en estilismo y moda. Incluso los hombres usaban diferentes elementos para ataviar su imagen personal, al punto de lucir afeminados. Se apreciaban los lunares como detalles estéticos, pintándolos con lápiz o adhiriendo puntos de terciopelo a la piel. Poco a poco se incluyeron elementos más estrambóticos, hasta conseguir una imagen grotesca y antinatural. No obstante, fueron los franceses quieren agregaron vida a los rostros, con colores fuertes y cálidos.

La reina Isabel I usaba polvo con plomo para cubrir las cicatrices que le dejó la viruela en la piel. La mezcla de plomo y vinagre que usaba Isabel I se conoce como albayalde de Venecia o azúcar de Saturno. Si bien alisaba el cutis cotidianamente, con el tiempo ocasionaba decoloración de la piel, pérdida del cabello, y putrefacción dental.

 

En este período tiene lugar el surgimiento de las geishas, en Japón (1750), mujeres bellas e inteligentes, admiradas y respetadas, educadas en canto, baile y conversación, para acompañar a hombres adinerados en reuniones, o amenizar eventos. El particular maquillaje que usan es –tal vez- su elemento con mayor recordación a nivel mundial, ya que comprende un cutis completamente blanco, labios rojos, y cejas y ojos delineados de negro, lo cual brinda armonía al rostro, según los cánones de belleza en ese país.

El siglo XIX trajo una preocupación marcada por eliminar las líneas de expresión, para lo que desarrollaron una técnica conocida como ‘esmaltado de cara’, que consistía en lavarla con líquidos alcalinos, cubrirla con pasta para rellenar, sobre la que se adhería una película de arsénico y plomo, ¡que se retiraba pasado un año! No es difícil imaginarse el estado de la piel al remover tal máscara.

Sigue la obsesión por la piel blanca, ahora con la intención de lucir enfermo, ingiriendo vinagre y limón para aclararla, o sustancias venenosas. Se pintaban las ojeras de azul y se resaltaban las venas, para mostrar sensibilidad cutánea (como símbolo de alto estrato socioeconómico, ya que las damas de la sociedad nunca se exponían a trabajos y por lo tanto debían tener una piel en extremo delicada). La figura se estiliza al máximo, consiguiendo estrechas cinturas por medio de corsés, que incluso llegaban a producir deformidades y desplazamientos en los órganos internos, problemas intestinales y otras enfermedades.

Con la Reina Victoria  (s. XIX y comienzos del XX), se sataniza la práctica de maquillarse, considerada de prostitutas y actrices (rol que no era bien visto). Sin embargo, se mantiene el interés por la piel blanca, para lo que se toman medidas como cubrir la piel y usar sombrilla al salir en el día. Para adherir un poco de color a las mejillas, las mujeres en secreto se pellizcaban la cara o la frotaban con jugo de remolacha. Y no sólo eso: se sabía que el arsénico era venenoso pero valía la pena arriesgarse y usarlo en pequeñas dosis para mantener la piel como la porcelana. En este vídeo se muestran prácticas realmente tóxicas de aquella época.

Las obleas de arsénico eran usadas por las mujeres estadounidenses para eliminar imperfecciones de la piel como pecas y espinillas.Foto: Diane Wendt, The National Museum of American History, Smithsonian Institution

 

El siglo XX trajo muchas novedades al mundo del maquillaje. En 1900 nació la industria como tal, dedicada a su producción y distribución, ayudada por los medios masivos de comunicación, que popularizaron a las mujeres con ‘rostros perfectos’.

Max Factor, un antiguo maquillador del Ballet Imperial Ruso, a comienzos de siglo, llega a Los Ángeles (Estados Unidos) para vivir con su familia y ampliar su negocio, por medio de la fabricación de perfumes y cosméticos, inicialmente sólo dirigidos a productoras cinematográficas, logrando gran aceptación. Surgen los esmaltes para uñas en 1924, y en la década del 30 se crean productos cosméticos a bajos costos, para todos los estratos. Se popularizan marcas como Elizabeth Arden, Revlon y Lancôme.

La Segunda Guerra Mundial relega el interés en el cuidado estético, e implanta una cultura de austeridad que no permite destinar presupuesto para ello. Las mujeres, muy creativas, acudían a trucos para ‘embellecer’ sus rostros, como aplicarse betún de zapatos en pestañas y cejas (América), y colorear los pómulos con pétalos de rosa y vino tinto (Europa). Las únicas que no podían recurrir a ninguna estrategia eran las alemanas, pues el régimen Nazi vetó el uso de cosméticos.

En los años 50, la moda sufre un cambio a nombre de Chanel, quien impone lanzar diferentes colores de acuerdo a la temporada, y combinar los tonos de la cara con los de la ropa y los accesorios. También se inventó el tacón puntilla (o aguja), popularizado por Sofía Loren, Eva Perón y Elizabeth Taylor.

Las diversas revoluciones de los años 60 también diversificaron las tendencias estéticas, yendo desde las damas de sociedad (Jackeline Kennedy), hasta las psicodélicas hippies. En 1968, Veruschka de Lehndorff -descendiente de la nobleza prusiana- pone de moda el maquillaje corporal.

En los años 70 (recordada como la década del mal gusto, por sus excéntricas combinaciones y excesos en la moda) nace Clinique, línea norteamericana que produce cosméticos con fines médicos, para tratar problemas de la piel. También se masifican los autobronceadores, pues está de moda la piel trigueña.

Los 80 traen el maquillaje permanente, así como el look descomplicado. Esta tendencia continúa en los 90, pero en el final se tuerce hacia los cuerpos antinaturales producidos por la anorexia, lucidos por modelos esqueléticas en las pasarelas de París, Milán y Nueva York (a lo Kate Moss).

Actualmente, encontramos fusionadas la cosmética, la tecnología y la medicina, dando como resultado una ciencia conocida como cosmetología, que estudia los tratamientos para embellecer piel (no es lo mismo Estética que Cosmetología).

No es de extrañar entonces que contemos en el mercado con gran cantidad de productos ecológicos, beneficiosos para la salud y de alta calidad. Algunos de ellos inteligentes, capaces de adaptarse a todos las condiciones cutáneas. En cuanto al canon de belleza, se busca la apariencia natural y única de cada mujer, privilegiando la comodidad y la facilidad de aplicación.

La industria cosmética es muy importante en países como Estados Unidos, Francia e Italia, donde constituye un sector importante del mercado.  El sector de la belleza movió en nuestro país 9200 millones de euros en 2022.  El gasto per cápita en perfumería y cosmética se ha colocado en 185 euros al año, con un alza del 9% sobre el año previo a la pandemia.  La industria cosmética supera en exportación a sectores como el aceite de oliva, los vinos o el calzado. Las ventas en el exterior sumaron 6.515 millones de euros, un 21% más que en 2021.

En términos ideológicos, existen posiciones radicales en contra del uso de maquillaje, como las adoptadas por líneas extremistas de algunas confesiones religiosas o regímenes políticos y grupos feministas.

 

No hace falta que diga que hoy día la cosmética es un negocio (millonario, por cierto) UNISEX. En la década de los 90, solo el 4% de los hombres españoles reconocía cuidar su rostro con algún producto específico. 20 años después, la cifra es muy diferente y ya es la mitad de la población masculina de nuestro país la que admite contar con su propio neceser de belleza. Uno de cada dos hombres en España reconoce usar un producto de tratamiento facial.

Cosmética Ecológica

Tras leer el libro de la fundadora de la marca The Body Shop, Annita Rodick, cuando se publicó en España, empezó a interesarme el mundo de la cosmética natural y ecológica. Lo que más me gustó de esta emprendedora es el concepto de belleza en el que creía y su enfoque sobre cómo potenciarla de forma natural. Ella no creía que los productos de higiene y de belleza tuvieran que ser costosos ni de complicada elaboración ya que confiaba en la sabiduría y la tradición de las mujeres que nos han precedido a lo largo de la historia las cuales siempre utilizaron productos naturales y cotidianos.

Hoy día está más que suficientemente probado que la industria de la cosmética utiliza productos perjudiciales para la salud y que realiza experimentos con animales. Afortunadamente,  la voz pública que exige que se abandonen estas prácticas es cada vez más alta y contundente y el número de consumidores que opta por utilizar productos ecológicos y sostenibles aumenta cada día.

Aquí dejo una lista de los principales elementos poco saludables que suelen componer productos cosméticos y de higiene y  cómo leer etiquetas  de los productos que encontramos en las estanterías de las tiendas y supermercados.

 

Por cierto, hablar de  cosmética  para mascotas daría para otro post pero existir, existe. El sector de las mascotas mueve alrededor de 1.000 millones al año en nuestro país.

Y como dato sorprendente (a la par que alarmante) deciros que en el Reino Unido se producen hasta 500.000 accidentes de coche por maquillarse mientras se conduce.

 

¿Mi opinión?

No tengo nada en contra del maquillaje , al revés, siempre y cuando sea ecológico, se use con discreción  potenciando la naturalidad (no todos los días son Carnaval) y jamás  para suplir la falta de autoestima y seguridad personal (nada de no ser capaz de salir a la calle si no vas maquillada). Y por supuesto, digo sí al uso de cosmética. Es imprescindible utilizar productos de higiéne y cuidado para la piel, el cabello y las uñas y procurar que sean totalmente respetuosos con nuestro cuerpo y el medioambiente.

Soy de la opinión de Manolo Escobar : ‘

Con la cara lavada y recién peiná que guapa estás, que guapa estás …’

”La belleza es un estado de ánimo”   Émile Zola

“La belleza exterior atrae pero la belleza interna cautiva”   Kate Angell

 

Un libro que leí hace décadas y que me inspiró profundamente fue ‘Cuerpo y Alma’ escrito por Anita Roddick, la fundadora de la marca The Body Shop. Merece la pena leerlo, por muchos motivos.

 

Broche de Oro:

Date una vuelta por estos sitios con cosas  curiosas y sorprendentes sobre maquillaje, cosmética e higiene:

  • Sustain Natural  fabrica compresas, tampones, preservativos y lubricantes saludables y ecofriendly
  • Instagram es un auténtico paraíso para los fans del maquillaje. Mira el perfil de  @girlgreybeauty  por ejemplo (esto es puro arte)
  • Beauty Insider
  • Cosas curiosas sobre el maquillaje que quizás no sepas
  • Campañas de marketing se han hecho muchas pero una de las que más me ha impresionado ha sido esta  ‘El Poder del Maquillaje
  • Maquillaje corporal (BodyPainting) y Cosplaying   ¡Espectacular!  Kay Pike es un genio del performance
           Link a vídeo

 

 

Fuentes consultadas:

‘Cuerpo y Alma’ -Anita Roddick- (la fundadora de The Body Shop)

Revistabeautyprof.com

Beautyclusterbarcelona.com/es/

Barómetro del Sector Cosmética y Perfumería

Stanpa.com

Salon LOOK

Historia del maquillaje 

 

 

 

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